Por Rosa Villacastín

En Barcelona existe desde hace tiempo un movimiento ciudadano en favor del peatón, de los peatones, bien sean niños, hombres o mujeres de cualquier edad. Peatones, esas personas tranquilas, calladas, a quienes los ayuntamientos van dejando sin espacio por donde caminar en las grandes ciudades. Me refiero a usted y a mi misma, que nos las vemos y deseamos para llegar al supermercado, a la farmacia, a tomar un café, sin ser atropellados por esos locos con sus locos cacharros. Muchos de los cuales se permiten el lujo de aparcar en las aceras cuando hay partido en el Bernabeu.

Pero siendo eso peligroso, lo peor es cuando circulan a gran velocidad por calles donde hay colegios, pasos de peatones que nadie respeta, con el peligro que supone no solo para los niños sino también para todas esas personas que caminan con dificultad.

Y cuando digo nadie es nadie, ni los taxistas que paran en cualquier lugar, ni los padres o madres que sueltan a sus hijos a la puerta de colegio a toda prisa acuciados por el miedo a llegar tarde a la oficina. Ello no les impide mirar el móvil, enviar mensajes, o pintarse los labios sin tener en cuenta que hay gente intentando cruzar la calle por el paso de cebra, que bien señalados están. Una práctica que no solo debería estar prohibida, también castigada con la retirada de puntos del carnet de conducir, pues no hay día que no aparezca en la prensa la noticia de que una persona, hombre o mujer, ha muerto atropellada cuando intentaba cruzar por el lugar apropiado.

Nada tengo ni contra los ciclistas, ni contra los conductores, y menos contra los restauradores, pese a que día a día van ganando terreno a nuestras aceras, sobre todo después de que se prohibiera fumar en lugares cerrados, lo que ha dado lugar a la proliferación de terrazas, que nos obligan a sortear no solo mesas y sillas, también a los camareros, quienes bandeja en mano, tienen que hacer malabarismos para llegar a su destino, sin tropezar con los peatones. Tampoco contra quienes invaden nuestros lugares públicos en detrimento de quienes nos movemos a pie. De ahí la necesidad de fomentar el uso cívico de los espacios compartidos.

¿Cómo se consigue que todos podamos convivir en paz? De igual manera que se logró que no se fumara en lugares cerrados, restaurantes, hospitales, etc. etc., y cuyo resultado no ha podido ser más satisfactorio para todos. A los ciudadanos hay que concienciarles de que lo que está en juego es la vida de mucha gente, y de que los coches son una máquina que mata si no se utiliza cumpliendo estrictamente las normas de trafico. Mil muertos al año por accidentes en calles y carreteras es una cifra que pone los pelos de punta. Conseguir bajarla es tarea de todos, y respecto a los peatones, el respeto por parte de los conductores es la única forma civilizada de hacer que nuestra ciudad sea un lugar seguro de convivencia.