Paloma Pérez (Knight´n´Squire)
La voz de Paloma Pérez no se corresponde con la de una mujer nacida en el año 60. Será porque crecer en el Knight ‘n’ Squire, el templo de la hamburguesa y “El Nait” para los amigos, trae consigo privilegios inherentes al mundo del cine, como reescribir la monotonía y mejorar la realidad. Su padre, Pablo Pérez, adquirió el local en 1974 y ahora su hija Paloma, un poco niña y directora a la vez, continua vibrando al teléfono con la pasión de Garci y sus tertulianos. Una dedicación plena, tras siete meses de cierre forzoso, para sacar brillo a la cartelera gastronómica del restaurante más genuinamente “flemingero” del barrio. Y es que adentrarse en santuario es toda una experiencia, entre regresar al tiempo en el que las películas se desvelaban a golpe de póster y recuperar un presente donde las hamburguesas —siempre acompañadas de una Henninger, por supuesto— sean un plato merecedor del Goya made in England.
Porque las cosas cambian, pero en el 9 de Félix Boix los camareros míticos se mantienen a pesar de los ERTES y el mantra de la casa, aquel «todo es posible» acompañado de unos ojos vivos, sobrevuela cada rincón, cada luz indirecta de este espacio suspendido, un poco fotograma, otro poco digital —por lo de tocar—, un poco más a petición de los vecinos que quieren regresar a los bares y tiendas de toda la vida, recuperar un día a día algo más mustio si no es posible compartirlo con amigos, amantes y familiares. Por esa razón y en 2008, Paloma decidió tomar el relevo generacional manteniendo el encanto intacto. Todo igual, excepto una cosa: la pared que se está encargando de decorar personalmente con artículos que evocan al hombre que coleccionaba trenes y maquetas, transportaba maletas cargadas de cervezas con nombres impronunciables y emulaba a Gardel estando muy lejos del Abasto bonaerense.
Antes de colgar, Paloma habla de la ilusión, pero no esa cosa cursi de los gimnasios y las clases motivacionales, sino el anhelo imperecedero que algunos sienten cuando todo va mal y la muerte acecha, un plato que no se come y, en cambio, sí alimenta.
—Muchas gracias por mantenerla, Paloma— le digo antes de colgar.
Al cabo de unos minutos escribe este Whatsapp: “Javier, agradecerte lo fácil que ha resultado hablar contigo. Hay una cosa que he olvidado mencionar: El Nait no sería lo que es en otro barrio. Quiero decir que, allá por los 70 y los 80, la Costa Fleming marcó el carácter y la trayectoria del restaurante”. Y así es como Paloma, noviembre y la ilusión escribieron este artículo.