En los años cincuenta, «por la zona de los alrededores de la calle Doctor Fleming solo había pastos y casas de labranza antes de la llegada de los “yanquis”» (DCE, 2019). Pero cuando los estadounidenses aterrizaron en Madrid, hicieron de lo que es ahora el barrio de Chamartín su entorno particular, y el edificio Corea se erguía como emblema de esta nueva presencia en la zona; la misma contaba con muy buenas comunicaciones: sirva como simbología a un país en transición que se abría a la democracia y un planteamiento socio-político paulatinamente alineado con la sociedad europea. Así, nuevas construcciones albergaban comercios con productos extranjeros, los bares ofrecían más whisky que vino español y los sonidos musicales que ambientaban las largas juergas nocturnas fusionaban la canción española con el jazz y el blues hasta crear un ambiente estival y cosmopolita. De este modo, la «Costa Fleming» fue la denominación popular de una zona emergente en las proximidades del norte centro de la ciudad de Madrid, término que acuñó «el reportero Raúl del Pozo guiado por la relajación de costumbres y horarios de la zona. “Y tú en qué costa veraneas? –Yo en la Costa Fleming” decía. El barrio se convirtió en la zona más golfa de Madrid» (DCE, 2019). Suponía una suerte de oasis de cultura extranjera en el que se respiraban nuevas libertades y un desenfado que precedió a la transición y la época del «destape». A su vez, la calle Doctor Fleming y sus contornos ofrecían una manzana de agradables terrazas.

En general, sería oportuno añadir que las referencias a las potencias europeas en la narrativa de la comedia del desarrollismo estarían también vinculadas con la migración y las posibilidades de prosperidad económica. Hablamos de años de crecimiento financiero en España, auge de publicidad —que subraya nuevos cánones de belleza femenina— y extensión inmobiliaria. Pero en el escenario cinematográfico de Madrid, allí donde ejerce como significante fílmico de la comedia alimenticia, la «Costa Fleming» alude a lo extranjero con notas de cierta perversión relacionada, de nuevo, con la prostitución. De este modo, en el cine comercial, la «Costa Fleming» es el lugar de Madrid donde se ejerce el comercio sexual y con descaro.

Un ejemplo de la comedia alimenticia del tardofranquismo sería La graduada (1971), con guion y dirección de Mariano Ozores. El filme nos presenta a Lina Morgan en el papel de una treintañera de provincias quien, tras cobrar una herencia, se traslada a la «Costa Fleming» para ejercer la prostitución con la finalidad de «ver mundo». Ciertamente tras varias escenas de enredo, la tentativa de ejercer se verá oportunamente frustrada una y otra vez, hasta que se enamora de un apuesto médico en la clausura del relato. Posteriormente, Ignacio F. Iquino retratará la prostitución desde un enfoque dramático en un sexploitation que lleva por título Chicas de alquiler (1974). La cinta, enmarcada en la colección de propuestas film-denuncia2 del director y productor catalán, plantea un relato coral que escenifica las experiencias de una serie de meretrices en la Costa Fleming: Máximo Valverde encarna a un despiadado y maltratador proxeneta, mientras una joven Nadiuska, acompañada por Ivonne Sentis y Silvia Solar interpretan bellas y sufridas prostitutas; el largometraje contó con una doble versión que, en su montaje para el mercado internacional, ofrecía desnudos y algunas escenas que desafiaban la censura de la época.

En Madres solteras (1974), dirigida por Antonio del Amo y escrita por Luis de los Arcos, Paca Gabalón interpreta una médico y madre soltera quien ayuda a chicas desesperadas al haber quedado embarazadas, todas, de su propio exnovio. El discurso resulta a todas luces antiabortista; aparecen personajes que el relato señala de dudosa moralidad —pues están a favor del aborto— y procedencia británica junto con proxenetas que envían a las trabajadoras sexuales embarazadas de la «Costa Fleming» a Reino Unido.

Ese mismo año, Vicente Escrivá estrena la comedia Polvo eres (1974). El largometraje, ambientado fuera de Madrid, presenta a una ex prostituta de la «Costa Fleming», de nuevo encarnada por Nadiuska que, sin empleo dada la libertad sexual de las nuevas generaciones —lo que, según plantea el relato, operaría en detrimento de las profesiones del sexo— va a parar a un patronato de provincias.

Para clausurar la batería de ejemplos, volvemos al filme anteriormente citado Zorrita Martínez (Vicente Escrivá, 1975) en el que la actriz de origen alemán interpreta de nuevo a una prostituta y vedette de procedencia extranjera que causa sensación en la «Costa Fleming» hasta que se ve forzada a casarse para regularizar su permanencia en el país. Como ha sido señalado anteriormente, el monólogo inicial se construye sobre paralelismos entre la prostitución y las relaciones internacionales: avanzada la trama, en una escena del film, Zorrita es prostituida junto con sus compañeras a los socios estadounidenses de unos empresarios de mejillones cuando estos terminan de cerrar un trato con los mismos.

Aunque la «Costa Fleming» cesará de ser aludida en la narrativa fílmica a partir 1976, se ofrece como espacio protagonista del largometraje Madrid, Costa Fleming (José María Forqué, 1975). La novela en la que se basa el argumento, publicaba un par de años antes, que supone «todo un clásico de la Transición» (Merino, 2016, párr. 6). El relato equipara a la ciudad de Madrid con diversas notas de lo que la «Costa Fleming» simbolizaba: conexiones internacionales, bares, vida nocturna, prostitución, desenfreno, farándula e intercambio cultural. El voice-over del narrador, característico de la comedia comercial aún de esos años. introduce el relato indicando que «en el barrio Costa Fleming se respira “europeidad”». La historia cuenta la experiencia de una joven universitaria (Verónica Forqué) que ha dejado los estudios para incorporarse al mundo laboral como agente inmobiliario. Por medio de ella, conocemos tanto los fraudes de las empresas constructoras como el perfil de los compradores: mayoritariamente señores maduros o ancianos que, implícita o explícitamente quieren verse rodeados de las atractivas prostitutas que allí habitan.

Con una portada en la que una mujer rubia, en bragas y sujetador y con unas medias a franjas horizontales, se ofrece a un individuo que aparece al fondo. La sinopsis tampoco miente: es la historia de un edificio madrileño bautizado como «Zivago» de la zona de Castellana, donde el Santiago Bernabéu, en torno al que conviven, entre otros personajes poco recomendables, una baronesa de pasado turbulento que dirige negocios de prostitución de categoría (Merino, 2016: párr. 2).

Si lo que se había mostrado del enclave en los filmes citados anteriormente habían sido los burdeles o los pisos en los que habitan las meretrices, no es hasta Madrid, Costa Fleming, que el escenario se expande levemente, y se muestran no solo a las prostitutas y su lugar de trabajo, sino también a los constructores, los vecinos, etc. Sin embargo, ni el filme contentó a Forqué ni fue su mejor largometraje en términos de audiencia. En cualquier caso, la película logró el puesto 21 de taquilla3 de su año, en el que se produjeron al menos 117 largometrajes. En palabras del director:

Fue un encargo que realicé sin demasiada ilusión. La supeditación a una novela de éxito gravitó negativamente sobre el resultado final. Los personajes son convencionales, pero así eran en la obra original. Algunos efectos técnicos, como el hundimiento de la casa, a base de maquetas, estaba bien realizado. Lo más recordable para mí, es el haber servido para dar paso, en su carrera cinematográfica, a mi hija Verónica (Soria, 1990: 122-123).

Como significante, el espacio —en este caso, el escenario urbano— puede 3.915.329 de espectadores con 332.528,34 ptas. de recaudación en taquilla. ser diferencial y, también, presentar polaridades con respecto a otros escenarios del relato a modo de ensalzar el subtexto y atildar el discurso. Como ha sido elaborado, la «Costa Fleming» se presenta como sinónimo de vicio y, a la vez, de glamour: todo un escenario diferencial en el entramado simbólico de la comedia alimenticia. Tenemos en cuenta «diferenciar entre los espacios diferenciales per se y los que adquieren el rasgo de diferenciales a partir del uso que los personajes hacen de ellos» (Alfeo, 2003: 196). La conjunción del espacio-tiempo posibilita, a su vez, el escenario y la acción. Aunque planteamos la «Costa Fleming» como espacio diferencial, resulta difícil distinguir entre la verdad y la leyenda sobre la zona. En términos fílmicos, lo que sí que se puede exponer sería que los largometrajes que hacen alusión a la «Costa Fleming» como emblema de libertinaje y frenesí se enclavan en el cine comercial más simpatizante con el discurso hegemónico del tardofranquismo, el mismo que impulsa el turismo y el consumo relacionado con los planes de desarrollo, pero ridiculiza y aborrece los modos y estilos de culturas provenientes de fuera de las fronteras patrias.

Váleri Codesido Linares

Investigadora Postdoctoral Margarita Salas. “Naufragar en «Costa Fleming» o morir matando a lo quinqui del libro Madrid Ciudad de Imágenes. Juan Carlos Alfeo y Luis Deltell Escolar (Editores), Madrid, Editorial Fragua, 2022, pp. 67-82.