Solo quedan recuerdos del Edificio Corea y las 600 viviendas más animadas y noctámbulas de la Costa Fleming. Su gimnasio con piscina, su famoso economato del que todo el mundo hablaba y casi nadie había visto, donde se compraban neveras, pan de molde, piezas para motos, plantas artificiales, ketchup Heinz, palos de golf y hasta armas de fuego. Recuerdos de aquellos marines rubios, tiesos y ondulantes del ejercito americano, pilotos en su mayoría, felices vencedores, pacificadores y verdugos que encandilaron a aquel Madrid pelusero que se arrimaba al aroma de sus dólares. Memorias del Paralelo 40 de JL Castillo-Puche (un libro que recomendamos a todo el que quiera conocer cómo era nuestro barrio aquellos años), de Genaro y del negro Tomás con su blanquísima sonrisa, del cuartel general del choque de culturas entre el carajillo y el Johnny Walker, de las apuestas con los dados y las fiestas salvajes. El asfalto se convirtió en roca urbana y por las aceras se bocetaba un nuevo Madrid, una Nueva España.

El Edificio Corea fue el primer bloque en construirse en el barrio cuando todo esto era campo. En 1950 por aquí pastaban las ovejas y paseaban las pobres familias con niños no muy bien comidos camino de La Ventilla. A escasos metros de la Plaza de Castilla se levantó, entre 1951 y 1954, uno de los edificios más populares e innovadores que Madrid había visto. Un bloque de viviendas para acoger a los marines americanos de la base de Torrejón. Algunos vecinos recuerdan la época en la que los americanos vinieron con sus formas de vida, nada curiosos por lo nuestro pero rebosantes del desparpajo y alegría que, en aquellos años, faltaba en un Madrid sombrío de postguerra. El edificio atraía a la gente como un imán.

Hay investigaciones que apuntan a que el Edificio Corea se llamó así simplemente por coincidir su construcción con la guerra homónima y con el contexto propagandístico del régimen, no porque los marines vinieran expresamente del país asiático. En cualquier caso el edificio rebautizó a toda la manzana de viviendas desde el 198 al 210 del Paseo de la Castellana, con vuelta a Félix Boix, Doctor Fleming y Carlos Maurrás donde vivieron gran parte de los americanos de la base de Torrejón, y todavía hoy, algunos vecinos del barrio siguen llamando a esta zona de la misma manera: Corea. Se trataba de un edificio muy moderno para su época, con unas espectaculares instalaciones, una gran nave interior con un inmenso patio donde entraban y salían americanos con paquetes. Había diversas actividades, entre ellas un gimnasio con piscina incluida, una serie de pequeñas tiendas donde se compraban panecillos, leche, mantequilla, helados que tomaban todo el año y toda clase de conservas en lata, además de un gran almacén de bebidas y tabaco.

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  1. Fotografía aérea del Paseo de la Castellana (1951-52). Vemos en primer término el edificio Corea en su primera fase de ejecución.  El caserío de edificios bajos que aparece al fondo es el barrio de La Ventilla, en la actualidad desmantelado. El campo de hierba de la derecha es el depósito de aguas del Canal de Isabel II, donde aún no se había levantado la torre del depósito elevador.  La rotonda que está justo encima es la Plaza de Castilla. 
  2. Fotografía aérea del Paseo de la Castellana (1952) desde la Plaza de Lima, pasando por la Plaza de Cuzco hasta la Plaza de Castilla. En la parte inferior derecha el estadio de fútbol Santiago Bernabeu. A la altura de la Plaza de Cuzco, a la izquierda las casitas bajas del barrio de Tetuán de las Victorias. A continuación, a la derecha el edificio Corea, recien construido. Más al fondo, la Plaza de Castilla y la torre elevadora del depósito del Canal de Isabel II, seguramente recién construido. 

Todo el barrio se convirtió en un hervidero de actividad. Los militares, sus dólares, el whisky y la prostitución marcaron los aledaños de la calle Doctor Fleming en los años 60 y 70, y aunque el régimen se planteó acabar con ello, finalmente miró hacia otro lado y decidió mantenerlo controlado en una especie de zona cero para que no se propagara como la pólvora hacia otros lugares de Madrid. Al fin y al cabo había que mantener contento al nuevo socio Mister Marshall, aunque no había ninguna garantía de que Estados Unidos auxiliara a España si ésta se veía envuelta en una guerra. Había que proteger el tacaño suministro bélico que recibíamos y no soliviantar al que disponía de un poderoso arsenal nuclear. Así que América entró por la puerta grande en Doctor Fleming, transformando y fascinando a todo el que pasase por allí.

En los años setenta los americanos se dieron cuenta de que aquella concentración de Corea no era una buena estrategia. Está bien una base en Torrejón, pero repoblar el hábitat urbano de una de las mejores zonas de la capital de una manera tan poco discreta era otro asunto. El mando americano se replanteó el impacto sociológico de sus soldados en el barrio y decidió repartirlos por otras zonas de Madrid: La Moraleja y el Encinar de los Reyes principalmente.

En el Edificio Corea seguían viviendo militares americanos que ahora convivían con los nuestros y echaban raíces. Muchos madrileños alquilaron pisos, convirtiéndolo en un vecindario de lo más cosmopolita, pintoresco y exótico. Mezcla de ambiente familiar y soldados en busca de emociones. Aquellos primeros madrileños inquilinos de Corea hicieron muy buenas migas con los americanos y fueron los primeros en descubrir las hamburguesas, pizzas y chicles, celebraban Halloween, el 4 de julio, Thanksgiving Day, decoraban sus casa en Navidad con abetos y luces, acudían a su iglesia con diferentes confesiones religiosas y jugaban al baseball. Los inquilinos de Corea formaron pronto una gran familia, habiendo incluso bodas entre vecinos. Gente de mente muy abierta que vivieron experiencias de las que muy pocos españoles tenían posibilidad de vivir. En aquellos años se ubicaron en el edificio sellos discográficos, estudios de grabación, el gimnasio Paladium, la pastelería Helen´s, los peluqueros de Torremocha, el estanco Piegui, un pequeñísimo supermercado llamado Sánchez Romero que luego crecería, además de otros comercios para dar servicio a los vecinos que empezaban a poblar el barrio. Los bajos del Edificio Corea eran una sana muestra de la diversidad de actividades donde la carcoma de la monotonía nunca aparecía.

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En las navidades de 1991 la empresa propietaria del edificio, Constructora de Viviendas SA, presentó a los inquilinos una carta en la que se afirma que Corea amenazaba ruina, que todo el edificio corría riesgo de derrumbe, se aconsejaba a los vecinos que no bailasen, no saltasen y no se juntasen muchas personas en una misma habitación para celebrar las fiestas. Esta carta alarmista e intimidatoria no sorprendió a la comunidad de vecinos. Desde hacía más de un año no se alquilaban los pisos vacíos ni se renovaban los contratos de alquiler finalizados, además algunos vecinos pagaban rentas antiguas, así que había sospechas de que la empresa propietaria estaba pensando en echarles y vender el edificio.

Constructora de Viviendas SA solicitó informes y mediciones al Ayuntamiento de Madrid y al Instituto Técnico de Materiales y Construcciones (Intemac). Concluyen que el inmueble de la Castellana presenta síntomas de aluminosis que afectaba a los forjados de las casas. Intemac sólo se atreve a proponer la necesidad de más estudios para profundizar en el caso y no especifica que se considere imprescindible el desalojo de las viviendas. En la construcción se empleó un tipo de cemento de fraguado rápido pero los técnicos del ayuntamiento restaban importancia matizando que la situación distaba mucho de ser alarmante. Pero la alarma ya estaba servida en la manzana. Los vecinos, que no veían ni una sola grieta en sus casas, desconfiaban de la veracidad y rigor de los estudios presentados, así que comenzaron a organizarse e investigar por su cuenta, sospechando que todo podría ser una triquiñuela especulativa de la empresa propietaria para declarar en ruina el edificio y hacer caja con el que, en aquel entonces, era el solar más caro de España.

Los vecinos constituyen Aicam-3, la asociación de inquilinos Carlos Maurrás num. 3, y en defensa de la integridad del edificio y sus vecinos celebran infinidad de asambleas en la parroquia con arquitectos, técnicos y abogados, se solicitan varios informes, se toman mediciones de todos los pisos, contactan con el fabricante del hormigón, Cementos Molins, con la Gerencia de Urbanismo de Madrid y solicitan un nuevo informe al prestigioso Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja (CSIC) en el que se localiza una presencia insignificante de aluminosis en algunas de las viguetas estudiadas, apenas en cuatro viviendas y con posibilidad de arreglarlas sin excesiva complicación. Nada más. Corea no corría riesgo de derrumbe. Se confirman las sospechas de que todo parece ser una calculada operación especulativa para declarar el edificio en ruina y desalojarlo sin indemnización alguna.

Comienza entonces una larga y tediosa batalla en los juzgados. Un David contra Goliat, de los vecinos de Aicam-3, encabezados por Jose Luis García Campo, Antonio Díaz Canel y el arquitecto Federico García-Germán y se negocia con los inquilinos garantizando el derecho de retorno una vez sea rehabilitado el edificio. Finalmente la empresa propietaria vende Corea por 24 mil millones de pesetas. Se divide el edificio en dos. La empresa Restaura negocia con los inquilinos y Hoteles Rafael en 2001 se hace con la mitad del edificio que da al Paseo de la Castellana, para luego venderla al BBVA, ésta a Metrovacesa, Testa Inmobiliaria,…. Corea cambia de manos hasta que en 2003 el Grupo Reyal comienza la demolición.

Después de 8 años de obras y movimientos de compra/venta en el 2011, se inaugura el complejo Castellana 200, obra de los arquitectos Emilio Dahl y Fernando Antolín. Con una inversión inicial de 350 millones de euros. Con un área de oficinas que comprende dos edificios, una gran área comercial que cuenta con 6.500 metros cuadrados de superficie, con una selección de operadores de marcas de primer orden y un terreno de 18.000 metros cuadrados pendiente de construcción y compatible con varios usos, además de más de 800 plazas de aparcamiento. Castellana 200 comenzó a recibir inquilinos en sus oficinas en 2014. Entre otros, la consultora CB Richard Ellis, Schweppes y hace unos meses el espacio de coworking Spaces Castellana. Además, también se abrió el espacio comercial con un H&M, Media Markt y pequeñas tiendas. Se trata de un edificio de oficinas muy singular, con centro comercial, garaje y hotel en proyecto. La fachada de cristal y piedra destaca por su movimiento y modulación, un dinamismo que rompe su continuidad por medio de aberturas, crea diferentes volúmenes y comunica la Castellana, con las calles adyacentes y con el patio interior de la manzana, conservando así los recuerdos del Edificio Corea y de aquella actividad frenética en la que esta manzana era el centro de todo.

Fotografías: URBAN IDADE