Lo poético encuentra siempre la manera de florecer en el lodo. Por eso las orquídeas más hermosas crecen cerca de las charcas, y las historias más fascinantes se abren camino entre las sombras del paisaje. En el último (y aciago) capítulo de Juego de Tronos, Tyrion Lannister decía aquello de que «las historias son las que unen verdaderamente a los pueblos». En Alexander las contamos a nuestra manera. Y es que la historia de nuestro barrio es tan oscura y rancia como fascinante y seductora. Adoro ese realismo mágico con olor a whisky y violetas que envuelve el origen de la Costa Fleming, me fascinan esas historias nocturnas y apócrifas que tantos vecinos me cuentan… Leo viejos periódicos, investigo y colecciono libros con rastros de polvo, recortes y fotos donde la realidad y la imaginación se diluyen en una mezcla imposible entre fantasía y verdad.
Todo empezó con Raul del Pozo en 1968:
—Y tú, ¿dónde veraneas?
—Yo veraneo en la Costa Fleming.
El periodista rebautizó de esta forma un barrio relajado en costumbres y horarios a las orillas del Edificio Corea. Cualquiera que haya pasado el verano aquí (podemos contarnos con los dedos de una mano) sabe que no queda nada de aquel pedacito de Madrid donde todo era posible, recuerdos de un barrio que no dormía repleto de americanos al volante de sus cadillacs, despilfarrando dólares y alegría, el paraíso de los rodríguez, la farándula y los pubs clandestinos. Todo esto es pasado y al mismo tiempo inspiración.
La portada de Alexander 5 es un cóctel veraniego casi perfecto entre ayer y hoy. Un barrio que baja su frenética actividad anual y descansa en agosto, momento en que las calles se vacían, los pájaros trinan más fuerte, y los comercios, que se han ganado un merecido descanso, bajan sus persianas porque es tiempo de asueto. El barrio brilla bajo un atardecer tórrido y naranja surcado por una solitaria chica yeyé que flota plácidamente entre las olas de la calle Félix Boix.
Y es que este es un número especial, un monográfico sobre el comercio del barrio. Porque llevamos tiempo preocupados por la tendencia de Madrid —y de casi todas las ciudades importantes del mundo— en las que el pequeño comercio local está desapareciendo. 14.000 comercios vacíos en Madrid, Amazon, tendencias de consumo, franquicias y todas las luces rojas encendidas. El trabajo de nuestra asociación durante estos cuatro años (el 4 de julio, coincidiendo con la gran fiesta americana, cumplimos años) está dirigido a apoyar al pequeño comercio, a darle visibilidad, promoción y protección, buscar la mejor manera de atraer clientes, dinamizar el barrio para detener la sangría de locales vacíos, y dejar de lamentar el cierre de aquella tienda tan pequeña y bonita de nuestra vecina que no podía hacer frente a un presente implacable que devoró sus sueños.
Nunca fuimos cuchara, nos gusta pinchar y cortar. Por eso decidimos hacer algo, crear una asociación sin ánimo de lucro con la obligación social de ser rentables, una web, una revista, aunar a los comercios, hosteleros, pymes, autónomos, dar a conocer los comercios a vecinos y colegios, celebrar conciertos en los jardines, organizar cañas y paseos urbanos, reunirnos con concejales, políticos e instituciones moviendo Roma con Santiago para reivindicar un barrio vivo con un comercio sano, un equilibrio entre lo residencial y lo comercial tan necesario para un barrio amable y seguro, para que la imagen de la portada no sea un barrio moribundo, sino una chica feliz navegando entre las olas de asfalto en otro tórrido verano en la Costa Fleming.