La Historia (con mayúsculas) la escriben los historiadores y suele centrarse en hechos, hitos o momentos que cambiaron el devenir de una sociedad en particular. Pero esa Historia muchas veces obvia las pequeñas historias que ayudaron a formar ese relato. Hoy vamos a comenzar estos Relatos del Bernabéu con un héroe anónimo cuya aportación fue fundamental a la hora de erigir la Leyenda del Madrid de las 5 Copas de Europa, porque las historias siempre hay que empezarlas por el principio.

Estamos en el otoño de 1955, y Madrid sigue sumida en el gris de la posguerra y el aislamiento aunque lentamente la ciudad se va abriendo de nuevo al mundo. Los reporteros internacionales visitan la capital y retratan un país que vive encerrado en sí mismo a la vez que, curiosamente, hace suya la calle: vendedores ambulantes, terrazas, mercadillos, puestos callejeros y sobretodo niños jugando en cualquier calle. Y si hay un juego que se ha ganado el corazón de niños y mayores ese es el fútbol.

En la primavera de 1954 el Real Madrid había levantado su tercera Liga y ampliado el Estadio Nuevo Chamartín con su famoso “gallinero”, una grada alta en la tribuna que daba a la calle Padre Damián, lo que ampliaba la capacidad del recinto hasta convertirlo en el segundo estadio con mayor capacidad del mundo tras el de Wembley. En 1955 volvía a salir campeón y la parroquia estaba eufórica con la llegada de un nuevo torneo internacional que prometía emociones fuertes: La Copa de Clubes Campeones de Europa.

Aquella primera edición tuvo un primer contratiempo importante: de los 29 campeones invitados a participar tan solo 8 (incluido el ganador de la liga del Protectorado del Sarre) aceptaron, así que otros 8 equipos que habían quedado entre la 3ª o 6ª plaza en sus ligas, se sumaron para alcanzar los 16 participantes. Tras la eliminatoria de octavos de final a doble partido (el Madrid eliminó al Servette suizo por un global de 7-0) se produjeron estos emparejamientos de cuartos: Rapid de Viena-Milán, Stade Reims-Vörös Lorogó, Djugardens-Hibernian y Real Madrid-Partizán de Belgrado. De todos ellos, 65 años después, solo el conjunto blanco sigue participando con asiduidad en la actual Champions League, heredera de aquella Copa de Europa. El Madrid no había arrancado bien esa temporada en la Liga, y el ambiente en el Bernabéu (el campo tomó el nombre del presidente en enero de ese mismo año) era de cierto pesimismo a finales de octubre cuando el equipo perdió en casa 1-2 ante el Deportivo de la Coruña y caía hasta la undécima plaza, con solo 5 conjuntos por detrás en la tabla. El primer duelo ante el Partizán (quinto clasificado en la liga yugoslava el año anterior) se fijó para la tarde de Navidad, el 25 de diciembre de 1955. A priori el duelo se veía muy igualado y el gran temor blanco era el delantero serbocroata Milos Milutinovic que venía de anotar 6 goles ante el Sporting de Lisboa en octavos de final.

En aquellos años el Estadio Santiago Bernabéu estaba casi a las afueras de la ciudad en una zona en plena expansión entre Nuevos Ministerios y Plaza de Castilla en plena Avenida del Generalísimo. El encuentro comenzó a la inusual hora de las 15:45 (hay que recordar que hasta 1957 el estadio no contó con luz artificial) de una soleada jornada festiva, con cientos de automóviles aparcados alrededor del estadio y más de 105.000 espectadores en las gradas. Comenzó el conjunto visitante dominando el juego, asustando al numeroso público y llegando a anotar dos goles por mediación de Milutinovic, ambos anulados por fuera de juego. Pero, como si de un cuento navideño de Dickens se tratase, se sucedieron hechos sorprendentes y felices para la parroquia local con un inusual protagonista: Heliodoro Castaño. Dos errores defensivos de los yugoslavos permitieron al joven Heliodoro Castaño anotar en apenas 10 minutos sus dos únicos goles en competición europea de toda su carrera. La historia de Castaño era la de un futbolista humilde y de curiosa peripecia vital. Nacido en el actual Ksar-el-Kebir marroquí (antiguo Alcazarquivir durante el Protectorado español en Marruecos) procedía del España de Tánger con quien ascendió a primera división en 1955 siendo además máximo goleador de Segunda. Su paso por el Madrid fue efímero, solo durante esa campaña 1955-1956 en la que anotó 6 goles entre Liga y Copa de Europa, jugando tan solo los dos enfrentamientos ante el Partizán en la máxima competición europea.

Tras esos dos primeros tantos de Castaño, ambos originados en las botas de Olsen y Gento, fue el propio extremo cántabro quien puso el 3-0 antes del descanso. El Partizán estaba desarbolado y el público asistiendo a un auténtico milagro navideño, pues el temible conjunto que había arrasado al Sporting con jugadores de la talla de Bobek, el citado Milutinovic o Stjepan Bobek (que anotó 423 tantos solo en la Liga yugoslava a lo largo de su carrera y era un ídolo para todo un Ferenc Puskás) era un juguete en manos de los blancos. Y el guión no cambió en la segunda parte, pues el Madrid siguió apretando, y tras un gran disparo de Miguel Muñoz a la escuadra que salvó Stojanovic, nuevamente Castaño fue protagonista con una internada por la derecha, pase atrás y golazo a la media vuelta de Alfredo Di Stéfano. Con 4-0 y euforia en las gradas, finalizó el partido cuando ya caía el sol invernal sobre el norte de Madrid.

En la vuelta el Partizan rozó la hombrada ganando por 3-0 y poniendo contra las cuerdas al equipo de José Villalonga con el “héroe” Castaño jugando por última vez en Europa. El Madrid pasó a semifinales contra el poderoso Milán de Schiaffino al que consiguió derrotar por un global de 5-4 y jugaría la primera final continental en París ante el campeón francés Stade Reims al que vencería por un llamativo 4-3. Esos partidos finales de la primera edición de la Copa de Europa forman ya parte de la historia conocida, aquella que encumbró a leyendas como Gento o Di Stéfano o que olvidó a un futbolista humilde que brilló con luz propia la tarde del día de Navidad de 1955.

Helidoro Castaño falleció en septiembre de 2019 a los 86 años y tras su marcha del club blanco defendió los colores del Real Jaén, Real Betis y Córdoba, y aunque la Historia se haya olvidado de él, fue uno de los artífices del primer éxito de un club español en Europa, el héroe de las Navidades de 1955.

Óscar Fernández Suárez Asturiano de la cuenca minera, enamorado del fútbol inglés y las buenas historias. Economista, guionista, creador de documentales y programas de televisión, hasta de un canal de deportes propio y por encima de todo equilibrista. @perrifilms