Vivimos tiempos tensos. Afortunadamente la violencia aun no se ha adueñado de nuestras calles. Al menos en nuestro cómodo Occidente, porque nuestros vecinos en Europa y en el Mediterráneo seguramente opinen muy diferente. A menudo necesitamos un remanso de paz en la ciudad. Quienes vivimos en Madrid cada cierto tiempo fantaseamos con mudarnos al campo, lejos de atascos, prisas, ruido y humo. Sin embargo, a día de hoy la vida en las ciudades sigue siendo algo que nos va a acompañar, según Naciones Unidas en 30 años, dos terceras partes de la humanidad vivirá en núcleos urbanos.
Por eso, porque la vida en las ciudades a veces es hostil pero muchos de nosotros queremos seguir viendo aquí, os traigo tres iniciativas de innovación social que buscan generar concordia y paz en mitad de Madrid. Concretamente, en el barrio de Lavapiés.
En Madrid no sólo contamos con una extensa red de parques y jardines, sino que muchos de ellos están cargados de innovación social. Uno de los ejemplos más representativos está en el barrio de Lavapiés, a pocos pasos del Museo Reina Sofía. Se trata de “Esto Es Una Plaza”, un jardín comunitario cuidado por los vecinos y vecinas del barrio y que no sólo alberga una colección de plantas, sino mucho más. Se trata de un espacio autogestionado que genera otros muchos proyectos para el barrio, tales como talleres de recogida de aceitunas, creación de jardines verticales o cocina colectiva de frutas. También es un lugar tranquilo donde sentarse a leer, respirar o hacer deporte, una pausa necesaria en el ajetreo diario. Eso sí, hablamos de un espacio que se nutre del cuidado de todo el mundo, por tanto ni se te ocurra dejar allí basura o causar lío, que va en contra de la naturaleza del proyecto.
Cerca de allí, si encaramos la calle Argumosa en dirección al metro, tras unos minutos caminando entre terrazas, bares y comercios llegaremos a la Plaza de Lavapiés. Esta parte del barrio ha sido reformada recientemente para ser un espacio de encuentro para los vecinos de una de las zonas más diversas de la capital. Lo que puede pasar desapercibido es que la plaza tiene un pequeño parterre y, en éste, algunas flores y plantas. Éstas no han sido plantadas por el ayuntamiento de Madrid, sino que algunos vecinos quisieron recuperar un pequeño espacio en desuso y lo decoraron plantando flores. Un jardín vecinal que transforma un no-lugar, un sitio sin memoria y que no invita a la gente a estar, en un lugar mucho más agradable. Han tenido sus más y sus menos con el ayuntamiento y la Junta de Distrito, que unilateralmente se llevó por delante lo que el vecindario había plantado. Esto generó un conflicto vecinal en el que los habitantes del barrio que lejos de amedrentarse, volvieron con más fuerza, presentando la iniciativa vecinal ahora llamada “Jardín Vecinal Gloria Fuertes”. De momento parece que las autoridades lo han aceptado y estas flores siguen siendo vecinas del barrio.
Antes de salir de Lavapiés, vamos a terminar con algo que a veces no se nos pasa por la cabeza, pero que es bastante obvio: las ciudades las forman personas compartiendo el mismo espacio y, lógicamente surgen conflictos. Puntos de vista diferentes siempre pueden resolverse hablando y por eso el Ayuntamiento de Madrid, tras muchos años de preparación, ha puesto en funcionamiento la Policía Comunitaria de Lavapiés. Se trata de un equipo de policías municipales con funciones de prevención y mediación dentro del barrio. Cuenta además con un buzón de sugerencias, de manera que existe un canal abierto de información para que la propia comunidad se implique en la seguridad y convivencia del barrio. Un caso de innovación pública siguiendo metodologías recomendadas por Naciones Unidas para gestionar la complejidad social.
Como ves, la buena convivencia vecinal desempeña un papel crucial en la calidad de vida en la ciudad. Más allá de la proximidad física, nuestros vecinos son parte integral de nuestro entorno cotidiano. Fomentar relaciones amigables y respetuosas no solo crea un ambiente armonioso, sino que también contribuye a la seguridad y al bienestar emocional de todos. Abordando colectivamente desafíos comunes y la colaborando entre vecinos se fortalece el tejido social de la comunidad urbana, convirtiendo los lugares que habitamos en auténticos hogares. La empatía y la comunicación son los cimientos para construir una ciudad donde cada vecino se sienta valorado, generando un impacto positivo que trasciende las fronteras de nuestras puertas y nuestros barrios.