Desde finales de la década de 1910 los dirigentes del Madrid Club de Fútbol (la denominación de Real no llegaría hasta 1920) eran conscientes de la necesidad de un estadio que pudiera satisfacer las crecientes necesidades de capacidad y confort. El viejo campo de O´Donnell, con apenas 7.000 localidades, se había quedado obsoleto para un club que ya superaba el millar de abonados. Además del alquiler anual de mil pesetas de la época, el campo de O´Donnell tenía otro importante inconveniente: era de tierra. Si a todo esto sumamos el deseo del propietario de construir pisos en aquel terreno, la directiva blanca no tuvo otra opción que mudarse.
En primer lugar, se fue a jugar al Velódromo de la Ciudad Deportiva y se arrendó por seis años un solar de 3,5 hectáreas donde construir un campo en Chamartín de la Rosa. Este primer estadio de Chamartín se inauguraría tras apenas 6 meses de obras coincidiendo con las fiestas de San Isidro de 1924, para entonces el terreno ya era de propiedad del club. Se trataba de un campo moderno para su época, con un aforo de 15.000 espectadores, de los cuales 4.000 estaban bajo la única tribuna cubierta. Adicionalmente el Madrid planeo la construcción de pistas de tenis, hockey hierba, gimnasio, piscinas y un chalé que haría las veces de bar y sede social del club. Para la consecución de tan fabulosa obra para la época, el Real Madrid tuvo que solicitar un crédito de 500.000 pesetas de 1924. El coqueto Viejo Chamartín contaba con una única grada cubierta al estilo inglés (muy similar a la famosa Haynes Stand de Craven Cottage, el campo del Fulham) y fue inaugurado el 17 de mayo de 1924 ante otro equipo de las islas, el Newcastle United.
Durante la Guerra Civil el estadio blanco se utilizó como huerto, como escenario de partidos militares, como campo de entrenamiento de tropas hasta de hacinamiento de prisioneros tras la caída de Madrid. El club, cuyos dirigentes se habían posicionado con la República, vivió tiempos de decadencia donde se llegó a rozar el descenso a Segunda, hasta que un exjugador accedió a la presidencia. Aquel abogado de 48 años tenía claro que para la subsistencia del club era necesario construir un nuevo estadio con un aforo que quintuplicase el del Viejo Chamartín. Santiago Bernabéu fue tachado de loco cuando proyectó un estadio de 75.000 espectadores en los terrenos aledaños al ya existente por la fabulosa suma de 68 millones de pesetas que fueron sufragados con bonos emitidos por el Banco Mercantil e Industrial que se agotaron en un solo día.
Aquella obra faraónica en un país en ruina y aislado del mundo duró tres años y sufrió hasta un golpe fallido de los maquis que dejó dos muertos y acabó con la caída de la cúpula de la resistencia franquista a nivel nacional. El Nuevo Chamartín se inauguraría el 14 de diciembre 1947 tras tener que jugar el equipo merengue durante 15 meses en el Metropolitano ya que el nuevo estadio fagocitó al antiguo durante la última fase de las obras. Al estreno se invitó al Os Belenenses portugués, el primer gol lo anotó Barinaga (un niño de la Guerra que se había exiliado en Inglaterra con 15 años) y desde el primer día la afición respondió llenando las gradas. Poco a poco y con el nuevo estadio como emblema, el club fue mejorando deportivamente y tras casi dos décadas sin éxitos, en 1954 ganó la tercera liga de su historia. Fue ese un punto de inflexión que cambió para siempre al Real Madrid, pues durante los 70 años posteriores otros 80 títulos han acabado en las vitrinas madridistas.
Como cualquier hogar al que se le deben realizar periódicamente mejoras y actualizaciones, Chamartín sufrió desde 1947 hasta finales de los años 70 sucesivas mejoras (como la incorporación de la iluminación artificial en 1957), reducciones de aforo por seguridad de los 125.000 espectadores que llegó a tener en 1954 hasta los 90.000 treinta años después, y también cambió de nombre. En 1955, y como reconocimiento a la persona más importante en el primer medio siglo de vida del club, los socios por unanimidad decidieron que Santiago Bernabéu diera nombre al coliseo blanco. También hubo un proyecto en 1973 de derribar el estadio para construir un rascacielos y apartamentos de lujo en la que ya se había convertido en una de las zonas más caras de España, como todos sabemos, no llegó a buen puerto. De cara al Mundial de 1982, en el cual el Bernabéu sería sede de la final, se acometió la mayor reforma desde su inauguración, una obra que lastró la economía madridista durante más de un quinquenio. Los 530 millones de pesetas que supuso a las arcas blancas adaptar el estadio a los estándares que la FIFA exigía en materia de seguridad, zonas VIP y de prensa, accesos, videomarcadores, vestuarios y accesos, fueron también una inversión de futuro pues el remozado coliseo blanco fue testigo durante los 80 de algunos de los más espectaculares partidos de toda la historia de las competiciones europeas.
Con el arranque los años 90, en plena ola de fastos de 1992, el boom inmobiliario y los albores de la Champions League, la directiva presidida por Ramón Mendoza hipotecó la economía blanca realizando otra faraónica reforma del estadio. Se incorporaron más de 20.000 localidades de asiento para compensar la pérdida de aforo anterior, construyendo un tercer anfiteatro y erigiendo cuatro torres de acceso en cada una de las esquinas del estadio. Para financiar los 5.000 millones de pesetas que costó aquella obra, el club cedió la explotación comercial de la esquina de Padre Damián con Concha Esquina por 1.250 millones, tras haber conseguido la recalificación urbanística. Fue esta operación la primera polémica que ha salpicado al club en materia de urbanismo en las últimas décadas, como las ventas en 1997 y 2001 por 4.500 millones de pesetas y 501 millones de euros respectivamente de los terrenos de la Ciudad Deportiva que habían sido expropiados para usos deportivos por el Ayuntamiento en 1960 o la sentencia contraria del TSJM en 2014 al último proyecto de reforma del Bernabéu que tuvo que ser modificado eliminando un hotel de lujo y un centro comercial.
Polémicas al margen, es innegable que estas operaciones han permitido al Real Madrid una envidiable salud financiera y unas instalaciones que son la envidia de clubes de todo el Mundo. La última y espectacular reforma integral del estadio que incluye una cubierta integral y un techo retráctil sobre el terreno de juego se inició en 2019 con un presupuesto de 525 millones de euros ha significado un hito en la ingeniería deportiva. La tecnología que permite retirar el césped al subsuelo del estadio mientras el césped sigue recibiendo calor y luz es pionera a nivel europeo, y permitirá la utilización del Bernabéu para todo tipo de eventos, lo que podría suponer a las arcas blancas hasta 200 millones de euros anuales según algunas estimaciones.
Porque, en los 100 años que se cumplen de la llegada del Real Madrid a Chamartín, el club ha ido adaptándose a los cambios que la sociedad y el mundo han vivido, y de un pequeño estadio rodeado de huertas, un siglo después, ahora podemos disfrutar de un centro de ocio global en una exclusiva zona de una metrópoli en crecimiento y expansión.